| |
ARACNET 10 - Bol. S.E.A., nº 31 (2002) :
1-7.
ARTICULO:
Conservación de la Biodiversidad en el Siglo XXI1
Gonzalo Halffter
Instituto de Ecología, A.C., Apartado
Postal, 63; 91000 Xalapa, Veracruz; MÉXICO
Tel +52 (228) 842 18 42 ; Fax +52 (228) 812 18 97
halffter@ecologia.edu.mx
1 Conferencia presentada en el "Encuentro
Latinoamericano de Gestión de Reservas de Biosfera, Áreas Protegidas y
Corredores Biológicos". Celebrado en San José, Costa Rica, 1 - 4
julio, 2002.
Introducción
La conservación de la naturaleza representa y requiere de
muchas cosas. Entre ellas y con un peso muy importante, de una serie de
supuestos estéticos y éticos sobre en que medio ambiente deseamos vivir y en
consecuencia como debemos interactuar con él. En lo pragmático, en lo
inmediato, para el mundo actual, conservación de la naturaleza significa
principal, pero no exclusivamente, conservación de la biodiversidad.
Los seres vivos a través de los procesos de mutación,
recombinación y aislamiento genético y de la adaptación a condiciones
ambientales distintas, tienden a la diversidad. Si la evolución es la
característica esencial del mundo vivo, la diversidad es a su vez la principal
consecuencia de la evolución. A diferencia del mundo natural, el mundo social,
nuestro mundo, tiende a simplificar los sistemas, busca la eficiencia en la
producción de satisfactores. El dominio de lo más eficiente lleva a la
homogeneidad. La homogeneidad destruye la diversidad.
Conviene entender que no hay en lo anterior un propósito
malévolo. La pérdida de diversidad es una consecuencia inevitable de adquirir
mayor eficiencia termodinámica, a costa de simplificar componentes y procesos.
En el equilibrio entre las exigencias de los mundos social y natural, está el
meollo de la conservación de la biodiversidad. Como en todos los problemas
complejos, hay varias soluciones que llevan a escenarios distintos. En las
últimas décadas la conservación se ha dado y se sigue planteando bajo tres
grandes perspectivas que a su vez comprenden propuestas diversas. Son estas
perspectivas:
1. La conservación mediante el uso de tipo
tradicional.
2. Los parques.
3. La conservación de la biodiversidad como parte de una
estrategia regional de uso sustentable de los recursos naturales. Aquí
entrarían las propuestas de conservación que consideramos como postmodernas
(posteriores a la etapa histórica de industrialización masiva), dentro de las
cuales incluyo las reservas de la biosfera.
Conservación mediante el uso
La conservación mediante el uso es practicada aún hoy en
día por centenares de millones de seres humanos. Sus grupos sociales han
coexistido con condiciones naturales diversas, mismas cuya riqueza biológica
aprovechan pero no cambian en lo esencial. Estas sociedades estiman los
productos naturales que les ofrece su medio ambiente y que su propia actividad
no es capaz de reemplazar. De estos productos obtiene las medicinas, los
elementos para construir sus habitaciones, el alimento.
En las condiciones en que ha existido y en las que sigue
sobreviviendo este tipo de "conservación arcaica", según la denomina
Janis Alcorn, las poblaciones humanas están en un cierto equilibrio que
determina que no aumenten las exigencias sobre el medio ambiente. Por otra
parte, estas poblaciones no tienen los medios, ni tampoco los estímulos para
provocar un cambio profundo. Su cultura y su organización social crean
mecanismos que coadyuvan a mantener una coexistencia con las comunidades
naturales de las que viven y obtienen su sustento.
Entendamos que en cualquier tipo de circunstancia la
conservación de la biodiversidad implica restricciones en el uso de los
recursos. Restricciones en las que los intereses individuales a corto término
son limitados por los intereses del grupo o de la sociedad a largo plazo. En las
sociedades tradicionales las reglas de uso se han establecido a través de la
experiencia histórica y forman parte de la cultura de estos núcleos humanos,
incluyendo sus convicciones religiosas o rituales.
Dentro de esta perspectiva de conservación mediante el uso,
hay que incluir las prácticas agropecuarias y forestales que podemos reunir
bajo el término de uso rústico. Un uso que sigue sobreviviendo aún en las
países industrializados, en parte de ese enorme espacio que se ubica entre las
áreas urbanas e industriales, y aquellas en que es posible un aprovechamiento
agropecuario intensivo. Entre una y otra forma de uso intenso, se encuentra la
mayor parte de la superficie de la Tierra. Superficie que es la más expuesta a
la degradación y el deterioro.
El uso rústico corresponde a una visión heterogénea del
paisaje, a una visión que es conservacionista sin proponérselo. Se cultivan
distintas plantas. También se conjuga la agricultura con la cría de animales y
el uso de recursos silvestres (madera, caza, pesca, recolección). El uso de
agroquímicos es reducido. Igual el uso de maquinaria pesada. Por el contrario,
el empleo humano es el mayor posible, incluso a costa de cierta ineficiencia
económica. Dominan las empresas familiares, comunales o cooperativas. Las
cosechas se venden en los mercados locales y regionales, aunque puede haber
exportación de productos de especial valor. Se busca más una producción
estable a largo plazo que maximizar la cosecha en el inmediato.
Las distintas perspectivas de conservación mediante el uso
se ven amenazadas y todo hace pensar que las presiones van a ser crecientes, por
fenómenos como el incremento demográfico, tanto derivado de un aumento
intrínseco de la población como más frecuentemente por emigración de
personas desplazadas por agotamiento de los recursos naturales, cambios en el
uso del suelo, problemas sociales, en conjunto: miseria. Estos cambios van
acompañados de la pérdida de las estructuras sociales y de los conocimientos
ancestrales.
También la conservación por el uso se ve amenazada por las
presiones del mundo externo, tanto sobre los espacios silvestres, como sobre
aquellas áreas de uso agrícola tradicional. Bajo esta perspectiva pueden
incluirse tanto la expansión de la ganadería extensiva de exportación, como
la explotación exhaustiva de los bosques tropicales, o en casos su
substitución por especies exóticas.
Parques
La idea del parque como una superficie delimitada y
totalmente protegida, es en si una contradicción a los planteamiento de
conservación por el uso. El concepto de parque, que teóricamente asegura la
sobrevivencia de la biodiversidad de un determinado tipo de comunidad, tiene una
serie de restricciones sociales y ecológicas, especialmente notables en
condiciones tropicales. Entre ellas las que resultan de substraer espacios
importantes a la actividad productiva. Esta sustracción se hace con cargo a la
economía de las poblaciones locales, muchas veces las más pobres de un país.
Es cierto que en los últimos años se vislumbran algunas importantes
soluciones. Por una parte, el desarrollo del turismo ecológico que bien
manejado puede generar recursos que beneficien a las poblaciones locales.
Además, no fácil de lograr pero posible, está el pago de derechos
ecológicos. Además del empleo que ofrecen las actividades turísticas, puede
plantearse el pago de una compensación por el no uso de los recursos naturales.
Con posibilidades mucho más generales está el pago por la sociedad que los
consume, de servicios ecológicos como el agua. ¿Si nos acostumbramos a pagar
el agua en su justo precio, y esto es algo que cada vez va a ser más real,
porqué no incluir en este costo una compensación a los propietarios y
habitantes de las áreas naturales donde el agua de lluvia se capta y pasa al
subsuelo?. Establecer estos pagos representaría para parques y reservas, es
decir para las gentes que los habitan y que tienen que restringir el uso de los
recursos que contienen, unas posibilidades económicas muy importantes.
Un problema ecológico serio de los parques y otras áreas
naturales protegidas con límites precisos, deriva de su propia restricción
espacial. Esta se confronta, especialmente en los trópicos, a la distribución
de la biodiversidad. Las comunidades tropicales son espacialmente heterogéneas,
incluso sin una variación perceptible de las condiciones ambientales. Todos los
que hemos estudiado selvas sabemos que a lo largo de un transecto las especies
se sustituyen. Quizá esto no es visible con los grandes vertebrados (que tienen
áreas de actividad muy grandes), pero si ocurre con los insectos y con otros
grupos que constituyen la gran base de la biodiversidad. Es algo que apenas se
está investigando. En un trabajo que se ha convertido en referencia obligada,
Harrison et al. (1992) estudian la distribución de varios grupos de
animales y plantas en Gran Bretaña, siguiendo dos transectos, uno de norte a
sur, y otro de este a oeste. Los autores encontraron que no había diferencias
entre los distintos lugares muestreados. Siempre que se encontraban condiciones
adecuadas, aparecían las mismas especies. Esto no ocurre en condiciones
tropicales. El reemplazo de especies o diversidad beta es una característica de
estas comunidades, quizá la que más explica la gran riqueza de especies a
nivel paisaje (Arellano y Halffter, 2002). Cualquier pequeña diferencia en
altitud, incrementa estas diferencias en una forma que no se presenta en los
climas templados.
Otros elementos que ponen a prueba la capacidad de
conservación de áreas restringidas, tienen que ver con la ruptura de los
movimientos migratorios, incluyendo los interpoblacionales, y con el
empobrecimiento del material genético derivado de tener poblaciones reducidas.
Estos fenómenos afectarán en primer término a los grandes mamíferos, pero
todo un nuevo campo de investigación señala los efectos que tiene la pérdida
de estas grandes especies (defaunación) sobre el conjunto de la biodiversidad.
Las dificultades de conservar un inventario de especies en un
área restringida rodeada de un elemento externo hostil son más acentuadas en
los trópicos, pero no exclusivas de ellos. En Estados Unidos, país con uno de
los mejores y más antiguos sistemas de parques, Chadwich (1991) señala que a
pesar de sus dimensiones, los parques son demasiado pequeños y están demasiado
aislados para garantizar la sobrevivencia a largo plazo de algunos de sus
elementos silvestres. Este autor indica la desaparición local de 42 especies de
mamíferos nativos en 14 parques de los Estados Unidos.
Propuestas Postmodernas
En los últimos años la conservación de la biodiversidad se
ha convertido en un asunto de interés público. De manera creciente los medios
de comunicación hacen referencia conjunta a dos ideas: pérdida de
biodiversidad - desarrollo sustentable. Es en este escenario donde una forma
específica de área protegida: las reservas de la biosfera, tiene un papel
único a jugar. Un papel único en relación a otras alternativas de
conservación, porque al mismo tiempo que las sociedades están conscientes de
la urgencia de tomar medidas para detener la posible pérdida de especies de
animales y plantas, no aceptan como solución planteamientos que impliquen el
sacrificio económico y social de las poblaciones humanas locales de las áreas
en que esta diversidad se encuentra. Es evidente la necesidad de planteamientos
que combinen conservación de la biodiversidad con desarrollo sustentable.
No conozco un modelo que combine elementos ecológicos y
económicos para plantear escenarios de conservación alternativos, que incluyan
costos sociales y económicos. Más allá de los enunciados, muchas veces
emotivos y subjetivos, creo que no tenemos suficiente información cuantitativa
para elaborar ahora este tipo de modelo. Pero distintos investigadores están
trabajando en esta dirección. El tiempo apremia. En la conservación de la
biodiversidad, como ocurre con otros fenómenos ambientales del siglo XXI como
el cambio climático, hay que actuar aún sin tener toda la información
deseable. En este escenario de emergencia, el concepto de reserva de la biosfera
ofrece atractivos y posibilidades excepcionales. Por razones muy distintas, las
reservas de la biosfera son un tipo de área protegida que conviene tanto a las
necesidades de los países ricos, como a las de los países en desarrollo. En
los países ricos permite el ordenamiento del espacio incorporando parques ya
existentes a áreas en las que se busca un uso rústico que favorezca la
permanencia de paisajes tradicionales. En los países en desarrollo, las
reservas de la biosfera son una forma de área protegida que no provoca la
confrontación con los intereses de las poblaciones locales y que permite buscar
medidas para su bienestar dentro de una política de desarrollo sustentable.
Las reservas de la biosfera representan un planteamiento
único, ya que en ellas pueden coexistir las medidas más estrictas de
conservación, con el desarrollo de distintas formas de uso y servicios como el
turismo y la captación de agua. Por supuesto, cada una de estas actividades en
áreas distintas, pero todas ellas buscando su complementariedad para hacer
sustentable la conservación y uso de los recursos bióticos. Haré una breve
reseña de como se ha ido generando el concepto de reserva de la biosfera (para
información más amplia véase UNESCO, 1996, 2001, 2002).
El Concepto de Reserva de la Biosfera y el Programa MAB de
UNESCO
El concepto de reserva de la biosfera se crea y se desarrolla
en el Programa MAB de UNESCO, por cierto, con una contribución muy importante
tanto teórica como experimental de México. El Programa Hombre y Biosfera (MAB)
tiene su origen en una recomendación adoptada durante la Conferencia de la
Biosfera que tuvo lugar en París en septiembre de 1968. Cuatro años antes de
la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano (Estocolmo,
1972), fue la primera reunión intergubernamental que adoptó recomendaciones
concernientes a los problemas ambientales y señaló su importancia creciente a
nivel global. Señala Michel Batisse (1993) que su aspecto más original fue
recalcar que utilización y conservación de los recursos naturales debían ser
parte de una misma estrategia y no acciones antagónicas, y que para lograr esta
convergencia la vía era el desarrollo de la investigación científica
interdisciplinaria. La reunión de París 1968 fue el primer foro
intergubernamental en que se discutió y promovió lo que hoy llamamos
desarrollo sustentable.
En la Conferencia General de la UNESCO en 1970 se estableció
el Consejo Internacional de Coordinación del MAB, que tuvo su primera reunión
en noviembre de 1971. Con esta reunión MAB inicia su fase operativa. Una de las
14 líneas de trabajo adoptadas fue "La Conservación de Areas Naturales y
del Material Genético que Contienen", estableciendo con estas áreas una
Red Internacional. Hay que señalar que el concepto de Reserva de la Biosfera no
figuraba en el programa inicial del MAB. Su desarrollo se inicia en 1974 (véase
UNESCO, 1974). En los primeros años ni la participación social, ni la
investigación y búsqueda de alternativas para el desarrollo regional, fueron
contempladas. Su inclusión, años más tarde, es en gran parte resultado de las
experiencias generadas en las dos primeras reservas de la biosfera de México y
Latinoamérica: Mapimí y La Michilía.
En 1976 se aprueba la primera lista de reservas de la
biosfera, iniciándose así la Red Internacional. En estos años de guerra fría
y de competencia, las dos grandes potencias se apresuraron a inscribir como
reservas de la biosfera parques nacionales ya existentes, aunque sin introducir
cambios en su estructura y objetivos. En otros países, como ocurrió en
México, las reservas de la biosfera nacen como una alternativa nueva sin
ninguna relación con el sistema de parques. Esto permitió plantear desde el
principio la investigación científica básica y dirigida a problemas
regionales, así como la cooperación con las poblaciones e instituciones
locales, como objetivos fundamentales, originando la llamada "modalidad
mexicana" (véase Halffter, 1984).
A principios de los 80's era evidente que había distintas
ideas de lo que debía ser una reserva de la biosfera. En el I Congreso
Internacional sobre Reservas de la Biosfera, celebrado en Minsk en 1983, los
distintos planteamientos se confrontaron. La inteligencia y la percepción de
los dos organizadores de este congreso, Michel Batisse y Francesco di Castri,
hizo que los trabajos presentados en Minsk correspondieran a tres temas:
Conservación, Ciencia y Sociedad y no se restringiesen únicamente al manejo de
áreas protegidas. Los dos volúmenes que reúnen las contribuciones del
Congreso de Minsk (UNESCO-UNEP, 1984) muestran que en numerosos países se
estaba consolidando una nueva forma de área protegida, con propósitos y
planteamientos propios.
Del Congreso de Minsk surgió un proyecto de Plan de Acción,
perfeccionado en consultas con especialistas y aprobado en la VIII Reunión del
Consejo Internacional del Programa MAB (París 3 - 8 diciembre, 1984). El Plan
de Acción representa el primer planteamiento formal de lo que debe ser una
reserva de la biosfera, de cual debe ser su estructura y de las funciones que
debe realizar. De 1985 a 1986, un grupo de trabajo convocado por UNESCO
perfeccionó el concepto de reserva de la biosfera, así como el Plan de
Acción. Este trabajo se formalizó al convocar el Director General de la UNESCO
a un pequeño grupo internacional de científicos para integrar el Comité
Consultivo sobre Reservas de la Biosfera. En sus resultados este Comité
resaltó el carácter innovador de las reservas, solicitando que se precisasen
los procedimientos para que las que ya integraban la Red y las que se
incorporasen en el futuro a la misma, pasaran un procedimiento de evaluación
para verificar que cumplían los propósitos de lo que debía de ser una reserva
de la biosfera. Para dar mayor solidez a la Red Internacional se planteó el
establecimiento de un instrumento legal, una Convención. Además, el comité
insistió en la conveniencia de celebrar una segunda conferencia internacional
sobre reservas de la biosfera, tanto para discutir lo que había ocurrido desde
el inicio del programa, como las perspectivas hacia el futuro.
Con estos antecedentes se llega a la II Conferencia
Internacional sobre Reservas de la Biosfera celebrada en Sevilla en marzo de
1995. Esta conferencia, convocada por el Director General de la UNESCO, reunió
a 387 expertos, procedentes de 102 países y de 15 organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales. Sus propósitos eran la discusión y
aprobación de la Estrategia Sevilla para las Reservas de la Biosfera, así como
del Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera. Ambos
documentos fueron brillantemente terminados y sucesivamente sometidos a la
aprobación del Consejo Internacional de Coordinación del MAB y de la Asamblea
General de la UNESCO en el transcurso de 1995.
La Estrategia Sevilla
La conferencia de Sevilla fue una reunión crítica, muy
crítica, de lo que había ocurrido en los últimos 20 años. Se analizaron los
éxitos, muchos y notables, así como las limitaciones. A nadie se le escapaba
que lo que ocurría en las reservas de la biosfera (en ese momento 328, en enero
2002, 411 lugares de 94 países) dependía de las voluntades nacionales, de las
condiciones económicas y sociales, y en muchas ocasiones de circunstancias
puramente locales. Por eso en Sevilla se discutió y ratificó que una de las
características esenciales de las reservas de la biosfera, como planteamiento
mundial, debería ser la flexibilidad. Siguiendo lineamientos básicos comunes,
la forma de realizar y administrar una reserva debía ser flexible, para poder
responder a las muy diferentes características nacionales y locales. La
Estrategia Sevilla explícitamente señala algo que planteamos en las reservas
mexicanas desde el inicio de actividades en Mapimí y La Michilía en 1974: las
reservas de la biosfera son más que un área protegida en el sentido
tradicional de este término. Se considera que las reservas deben asumir un
nuevo papel y realzar las dimensiones humanas de la reconciliación de la
conservación y el desarrollo. Se estima que son el medio para que las personas
que viven y trabajan en ellas y en sus alrededores logren establecer una
relación equilibrada con el mundo natural. Deben contribuir a explorar caminos
para satisfacer las necesidades de la sociedad en términos sustentables
(Halffter, 1984).
Un planteamiento nuevo que había venido gestándose y que
queda incluido en la Estrategia Sevilla, es considerar a las reservas como base
para el ordenamiento regional del uso de la tierra y los recursos bióticos. Son
muchas las posibilidades que abre este planteamiento, ya que las reservas,
áreas controladas y planificadas, áreas donde la investigación y la
experimentación son actividades esenciales, tienen todas las características
necesarias para servir de base a la promoción de nuevas formas de desarrollo
regional.
Las reservas de la biosfera deben cumplir con tres funciones
que son complementarias: una función de conservación destinada a
preservar los recursos genéticos, las especies, los ecosistemas y los paisajes;
una función de desarrollo cuyo propósito es promover un bienestar
humano sustentable; y, una función de apoyo logístico destinada a
alentar actividades de investigación, de educación, de formación y de
observación permanentes relacionadas con los intereses local, nacional y
mundial, encaminados a la conservación y al desarrollo sustentable.
Cada reserva deberá contener tres tipos de elementos
espaciales. Una o más zonas núcleo que se beneficien de protección a largo
plazo y permitan conservar la diversidad biológica, en donde se realicen
trabajos de investigación y algunas otras actividades poco perturbadoras. Una
zona buffer que circunde las zonas núcleo o que colinde con ellas y que se
utilice para actividades compatibles con la conservación, como son la
educación relativa al medio ambiente, la recreación, el turismo ecológico y
la investigación y experimentación; y una zona de transición o de
cooperación que puede comprender variadas actividades agrícolas, incluso
asentamientos humanos, y en la que las comunidades locales, las organizaciones
no gubernamentales, los grupos culturales, el sector económico y otros
interesados promuevan proyectos de uso sustentable de los recursos de la zona.
La Estrategia Sevilla buscó hacer planteamientos reales,
válidos ahora y en los próximos años. Es por ello que considera que ningún
modelo que promueva la conservación y el desarrollo sustentable tiene
posibilidades si no toma en cuenta las necesidades sociales, culturales y
económicas de la sociedad en la que se quiere implantar. Se rechaza la idea de
convertir las reservas en islas dentro de un Mundo cada vez más amenazado por
una actividad económica simplificadora, proponiendo por el contrario que asuman
el papel de laboratorio para la búsqueda de formas de desarrollo sustentable.
Si se tiene éxito en la protección de las zonas núcleo, cosa que es posible y
depende mucho de la política que implementen las autoridades competentes, no
cabe duda de que el gran reto de las reservas de la biosfera es ya y va a serlo
cada vez más, las zonas de transición. Los éxitos y la estabilidad de estas
zonas de transición son a la larga la mejor forma de protección para las zonas
núcleo. Los muy importantes esfuerzos que se han hecho, muestran que la tarea
no es fácil. La llegada de estímulos económicos no siempre lleva a
situaciones mejores y más estables. La participación social puede verse
obstruida por divisiones y conflictos de intereses entre distintos grupos de
pobladores de la reserva y su área de influencia. No hay que olvidar que el uso
no sustentable de los recursos naturales siempre favorece a alguien. Alguien que
a veces no está dispuesto a renunciar a sus beneficios, así sean éstos
ilegales y antisociales. Por otra parte, los problemas de comunicación de ideas
no son de fácil solución. Hay que encontrar las formas de expresión que
motivan a los pobladores locales. Esta búsqueda no pasa por la imposición,
sino por la comprensión de su cultura, de sus tradiciones y de las necesidades
que tienen.
En muchos países, la tarea antes mencionada es cada vez más
difícil, pues los últimos años han visto la llegada a las reservas y a otras
áreas protegidas, de personas expulsadas de sus tierras de origen por problemas
demográficos y económicos, y en no pocos casos por situaciones derivadas de
conflictos sociales, con frecuencia violentos.
Un puente que ha demostrado ser efectivo, aunque costoso, es
la presencia continua en las reservas de investigadores y de responsables de
proyectos de manejo y desarrollo. Por un lado, la parte científica y técnica
aprende a entender a los habitantes locales. Además, con los años y si los
esfuerzos se mantienen con perseverancia, estos habitantes locales llegarán a
confiar y recurrir a los técnicos. Es un muy difícil y largo proceso de
compenetración, de búsqueda de intereses convergentes, sin el cual la
conservación en muchos países va a ser cada vez más difícil.
Retos Ecológicos para las Áreas Naturales Protegidas en el
Siglo XXI
Desde hace unos cuantos años se ha comenzado a señalar que
el aumento de la insularidad ecológica de un área protegida afecta la
viabilidad de muchas de las poblaciones que contiene, especialmente las de
grandes vertebrados. Se reduce en sí el número de poblaciones, pero
especialmente la riqueza de individuos dentro de ellas, lo que en plazos no
largos se refleja en un empobrecimiento genético. Si el ambiente externo es
francamente hostil, como suele ocurrir cuando se han transformado de manera
masiva los paisajes en estructuras productivas simplificadas, las migraciones y
el intercambio interpoblacional se vuelven muy difíciles o imposibles. Por otra
parte, la ecología contemporánea está desarrollando una nueva perspectiva de
lo que es una comunidad. En sus términos clásicos la comunidad comprende un
conjunto de especies que interactúan en determinadas condiciones de espacio y
tiempo, pero cada vez es más evidente que muchas, muchísimas especies no
participan en las tramas principales de estructura y función de las
comunidades. Es por eso que muchos autores prefieren hablar de ensamble,
entendiendo por ensamble un conjunto de especies que conviven en unas
determinadas condiciones de espacio y tiempo. En estos ensambles, especialmente
en los trópicos, entran y salen especies, sin que esto implique ni
enriquecimiento, ni extinción a nivel paisaje.
Un preocupado administrador de un área natural protegida
podría preguntarse: ¿Si las comunidades y sus etapas sucesionales no
corresponden a estructuras y funciones bien definidas y delimitadas que queremos
mantener, qué es lo que debemos proteger?. Realmente es una muy buena pregunta,
cuya respuesta es mucho más compleja de lo que generalmente se considera. Hay
una respuesta general no mala: debemos proteger la diversidad de especies de
plantas, animales, hongos y microorganismos y los procesos que permiten su
existencia y la continuación de su evolución, pero es una respuesta muy
general. Existen aspectos concretos importantes, como algunos de los que vamos a
mencionar a continuación, que una política de protección de la biodiversidad
debe tomar en cuenta. Uno de estos aspectos deriva de la apreciación de lo que
es la diversidad beta. Este tipo de diversidad hace que en condiciones
tropicales, un área protegida, por grande que sea, no pueda incluir todas las
especies que existen en un tipo de comunidad o en un bioma.
La diversidad beta mide la diferencia en el número y calidad
de especies de dos sitios, de dos tipos de comunidad, o de dos paisajes. Estas
diferencias pueden ser en el espacio cuando las mediciones se hacen entre sitios
distintos en un mismo tiempo, o en el tiempo, cuando las medidas se realizan en
el mismo lugar, pero en tiempos distintos. La diversidad beta es una medida de
la heterogeneidad del paisaje.
Para muchos grupos de organismos, los paisajes templados
muestran valores de beta sorprendentemente bajos. En todos los lugares donde
existen las condiciones propicias se encuentran las mismas especies de plantas y
animales, recuérdese lo señalado al hablar de parques sobre los transectos
hechos en Gran Bretaña por Harrison et al., 1992. Por el contrario, en
un bosque tropical, aún sin cambios ambientales marcados, al desplazarnos
encontramos un fuerte recambio de especies. Unas especies van sustituyendo a
otras en general muy afines, en nichos iguales o muy semejantes. Esta es quizá
una de las razones de la extraordinaria riqueza en especies de los bosques
tropicales. Lo anterior tiene que ver con la llamada Regla de Rapoport, una de
las pocas generalizaciones de la biogeografía ecológica. Esta regla se refiere
a la tendencia de las especies tropicales a tener áreas de distribución más
pequeñas que las de las faunas y floras templadas (Rapoport, 1975, 1982;
Stevens, 1989). Si la diversidad beta es inversamente proporcional al tamaño
del área de distribución promedio, entonces esta diversidad deberá ser mayor
en zonas tropicales.
La confrontación entre los valores puntuales (diversidad
alfa) y los valores de beta, ofrecen una explicación elegante a un problema
interesante. México es un país de megadiversidad, uno de los más ricos del
mundo en especies de muchos grupos de plantas y animales. Sin embargo, el
número de especies de muchos grupos que se colectan en la mayor parte de las
localidades mexicanas es sólo de valor medio en comparación con otros lugares.
¿Cómo compaginar la megadiversidad extraordinaria con la riqueza puntual
(alfa) moderada?. La explicación más razonable está en la excepcional
heterogeneidad orográfica y en consecuencia climática de México, pero sobre
todo en el hecho histórico de que en el territorio mexicano se encuentran y
sobreponen dos regiones biogeográficas: Neártica y Neotropical. Un fenómeno
con esta magnitud y escenario no se presenta en ninguna otra parte del mundo.
Las condiciones anteriores dan un altísimo recambio, una altísima riqueza beta
(Arita y Rodríguez, 2001). A diferencia de Gran Bretaña, en el estado mexicano
de Morelos, que es bastante más pequeño que la isla, en pocos kilómetros de
transecto se substituyen varias veces faunas y floras distintas. (Hay que
señalar que el valor moderado que alfa tiene en la mayor parte de las
comunidades mexicanas, presenta algunas excepciones. Así, el semiárido Valle
de Tehuacán tiene la mayor riqueza en el mundo en especies de Cactáceas, y es
asimismo muy rico en especies de otras familias de plantas).
¿En condiciones tropicales, cómo conservar una parte de
esta diversidad tan dispersa en base únicamente a un sistema de áreas
protegidas-islas que forzosamente sólo incluye un porcentaje pequeño de la
superficie total?. Algo es muy evidente: en condiciones tropicales no podemos
suponer que una o dos reservas por tipo de comunidad garanticen la conservación
de una parte importante de las especies que este tipo de comunidad comprende.
Así existen muy importantes restricciones en la capacidad que puede tener un
conjunto de áreas forzosamente limitadas para conservar algo tan heterogéneo y
dinámico como la diversidad tropical. Lo anterior parece apoyar las
predicciones catastróficas relativas a la pérdida de una parte importante de
la riqueza en especies de la zona intertropical, especialmente de sus selvas.
Sin embargo, la Ecología está en un período de presentación de nuevas
evidencias y por lo tanto de dudas. Contra lo que se había supuesto empiezan a
acumularse evidencias de que a nivel paisaje muchas especies sobreviven en
manchones pequeños o modificados, especialmente si hay conectividad entre estos
fragmentos. También muchas especies de la comunidad original se adaptan a las
nuevas condiciones originadas por el cambio. Si la diversidad de especies no
está únicamente determinada por la estructura de la comunidad(es), como se
creía hace 50 años, no depende exclusivamente de la conservación de esta
estructura. Cada especie, en realidad cada población, tiene una historia, una
historia que es en parte dependiente, pero también independiente de la
comunidad en que la especie se encuentra. Dependiente porque reacciona a lo que
ocurre a las otras especies de la comunidad; independiente porque tiene su
propia demografía, capacidades de adaptación y posibilidades de incorporarse a
un ensamble distinto de aquel en que antes vivía.
La plasticidad de las especies (por supuesto muy distinta de
unas a otras) para pasar a nuevos ensambles como respuesta a la actividad
antrópica, es un gran tema abierto para la Ciencia de la Biodiversidad, tema
que requiere que olvidemos cualquier resabio de considerar a las comunidades
como entidades cerradas y no como ensambles en ajuste más o menos intenso.
Veamos algunos ejemplos de sobrevivencia y adaptación a nuevas condiciones. En
el este de los Estados Unidos los bosque se han reducido en dos siglos al 1% o
2% de su área original. El efecto sobre la riqueza de aves ha sido únicamente
la extinción de una sola especie de bosque (Lombord, 2001). En una isla, Puerto
Rico, el 99% del bosque primario ha desaparecido en los últimos 400 años; 7 de
las 60 especies de aves se han extinguido, aunque hoy la isla alberga 97
especies de aves; es decir, más especies de las que había antes de iniciarse
la actividad humana (Lombord, 2001). La selva atlántica de Brasil, el
ecosistema forestal tropical más perturbado y por otra parte uno de los más
ricos en especies endémicas, ha sido muy transformado en los siglos XIX y XX.
Actualmente sólo queda un 12% de su extensión original y esta superficie está
muy fragmentada. Un estudio de campo en el que se analizaron 171 animales del
bosque, llevó a la conclusión de que a pesar de la reducción y fragmentación
extrema, ninguna especie podía considerarse propiamente como extinta. Igual se
encontró en las plantas. Por otra parte, un número apreciable de especies
consideradas extintas hace 20 o más años, incluyendo aves y 6 especies de
mariposas, han sido reencontradas en la Mata Atlántica (Lombord, 2001).
La aparición de nuevos ensambles es un proceso continuo.
Estos ensambles al principio serán muy inestables y cambiarán rápidamente. En
ellos coincidirán especies de la comunidad antes dominante con especies
características de las comunidades secundarias y marginales. Estos ensambles
pueden llegar a comprender un buen número de especies. La calidad y cantidad de
las cuales es intermedia entre las que caracterizaban la comunidad dominante y
las que existían en las comunidades secundarias antes de la fragmentación y
modificación (Arellano y Halffter, 2002). Por ejemplo, se ha encontrado que en
varios bosques sujetos a una explotación maderera selectiva que permite la
sobrevivencia de especies arbóreas, los efectos sobre la diversidad de insectos
son sorprendentemente bajos (véase Davis et al. 2001, para Borneo;
Nummelin y Hanski, 1989, Nummelin, 1998, para Uganda).
Todo lo anterior me hace pensar que vamos a tener que ampliar
las perspectivas de la ciencia de la conservación. Realmente sabemos muy poco
sobre lo que ocurre con los cambios de origen humano, especialmente con la
fragmentación, que es el fenómeno dominante en el mundo natural de nuestros
días. Resulta evidente que en el siglo XXI la conservación de la diversidad no
sólo tendrá que enfrentarse a las presiones económicas y sociales derivadas
de una creciente presión humana, sino también a problemas ecológicos como los
antes enunciados, problemas que hace pocos años no se percibían. Ante el
dilema de que un área protegida no sea una muestra suficiente de un tipo de
paisaje, menos de una provincia biótica, hay varias posibles respuestas: entre
ellas aumentar los corredores entre las áreas, pero también una política dual
que además de mantener las áreas protegidas, favorezca formas de conservación
fuera de éstas.
En algunos países, como los Estados Unidos, se está
planteando un sistema de corredores ecológicos que unan las áreas protegidas y
eviten los efectos de insularidad. En los países tropicales estos corredores
van a enfrentar la presión sobre la tierra que es cada vez mayor. En estas
condiciones, parece que una alternativa a mediano plazo, es la de ampliar el
papel de laboratorio que las reservas de la biosfera deben tener en el
desarrollo de usos rústico-racionales que permitan compatibilizar el beneficio
económico con la conservación. Buena parte del éxito que pueda tener una
estrategia de conservación de la biodiversidad depende de lo que pase en la
enorme extensión de tierras que aunque modificadas por la actividad humana, no
están totalmente transformadas por una explotación intensiva. En estas
tierras, sujetas a un uso rústico durante centenares de años, la diversidad
biológica ha seguido su proceso evolutivo hasta nuestros días. Pero estas
tierras y uso están en peligro ante la actual expansión, no tanto del
aprovechamiento intensivo, como del mal uso derivado del incremento demográfico
y de la falta de políticas ambientales y de utilización de los recursos. Este
es un escenario fuera de las reservas y otras áreas protegidas, sin el cual el
sistema de protección es indudablemente insuficiente. La clave está en el
ordenamiento del territorio y de sus capacidades de uso.
Es por eso necesario un planteamiento claro y explícito,
propio para cada región y para cada país, aceptado por la administración
pública y por todos aquellos que tienen poder de decisión en el manejo de los
recursos naturales, elaborado de conformidad con las poblaciones que viven y
están en contacto directo con estos recursos. Un planteamiento que precise para
que se quiere conservar la biodiversidad en el proyecto de nación que cada
país trata de construir o mantener. Dicho en otra forma, de que manera la
biodiversidad y las áreas naturales protegidas pueden contribuir al desarrollo
económico sustentable y al bienestar de cada uno de los habitantes del país.
Es indudable que se necesita un gran esfuerzo de investigación. Esta
investigación no puede ser simplemente adaptada del exterior. Las fuertes
diferencias ecológicas y las distintas situaciones económicas, sociales y
políticas requieren de planteamientos nacionales, basados en un esfuerzo
científico y tecnológico propio. Este es en mi opinión el gran reto del siglo
XXI.
Bibliografía citada
Alcorn, J. B. 1991. Ethics, economies and conservation. In
M. L. Oldfield y J. B. Alcorn (Eds.). Biodiversity: Culture, Conservation
and Ecodevelopment. pp. 311-349. Westview Press.
Arellano, L. & Halffter, G. 2002. The gamma diversity
of landscapes: derived from and a determinant of alpha and beta diversity. An
analysis of three tropical landscape. Acta Zoológica Mexicana, en
prensa.
Arita, H. T. & Rodríguez, P. 2001. Ecología
geográfica y macroecología. In J. Llorente-Bousquets y J.J. Morrone (Eds.).
Introducción a la Biogeografía en Latinoamérica: Teorías, Conceptos,
Métodos y Aplicaciones. pp. 63-80. Las Prensas de Ciencias, Universidad
Nacional Autónoma de México. 277 pp.
Batisse, M. 1993. The silver jubilee of MAB and its revival.
Environmental Conservation, 20: 107-112.
Chadwick, D. H. 1991. Introduction. In W. E. Hudson
(Ed.). Landscape Linkages and Biodiversity. pp. XV-XXVI. Island Press,
Washington, D.C.
David, A. J., Holloway, J. D., Huijbregts, H., Krikken, J.,
Kirk-Spriggs, A. H. & Sutton, S. L. 2001. Dung beetles as indicators of
change in the forests of northern Borneo. Journal of Applied Ecology, 38:
593-616.
Halffter, G. 1984. Las Reservas de la Biosfera:
Conservación de la Naturaleza para el Hombre. Acta Zoológica Mexicana
(n.s.), 5: 4-48.
Harrison, S., Ross,S. J. & Lawton, J. H. 1992. Beta
diversity on geographic gradients in Britain. Journal of Animal Ecology,
61: 151-158.
Lomborg, B. 2001. The Skeptical Environmentalist.
Measuring the Real State of the World. Cambridge University Press,
Cambridge. 515 pp.
Nummelin, M. 1998. Log-normal distribution of species
abundances is not a universal indicator of rain forest disturbance. Journal
of Applied Ecology, 35: 454-457.
Nummelin, M. & Hanski, I. 1989. Dung beetles of the
Kibale Forest, Uganda: Comparison between virgin and managed forests. Journal
of Tropical Ecology, 5: 349-352.
Rapoport, E. H. 1975. Areografía: Estrategias
geográficas de las especies. Fondo de Cultura Económica, México, D.F.
Rapoport, E. H. 1982. Areography: Geographical
strategies of species. Pergamon Press, Oxford.
Stevens, G. C. 1989. The latitudinal gradient in
geographical range: how so many species coexist in the tropics. American
Naturalist, 133: 240-256.
UNESCO. 1974. Task Force on Criteria and guidelines for
the Choice and Establishment of Biosphere Reserves. MAB Report Series, No.
22. UNESCO, París.
UNESCO. 1996. Biosphere Reserves: The Seville Strategy
and the Statutory Framework of the World Network. UNESCO, París.
UNESCO. 2001. Seville + 5. International Meeting of
Exports. MAB Report Series No. 69. UNESCO, París.
UNESCO. 2002. Biosphere reserves: Special places for
people and nature. 208 pp. UNESCO, París.
UNESCO - UNEP. 1984. Conservation, Science and Society.
2 vols. UNESCO, París.
Otras obras del autor
publicadas por la S.E.A. recientemente:
Ver: referencias SEA: http://entomologia.rediris.es/sea/database/referencias/index.htm
Manual para evaluación de la
biodiversidad en Reservas de la Biosfera
Gonzalo Halffter, Claudia E. Moreno & Eduardo O. Pineda.
Manuales & Tesis vol. 2, 2001.
http://entomologia.rediris.es/sea/maytes/mt2.htm
Otros textos electrónicos del autor
disponibles en el Portal de la CVe:
Medir la Biodiversidad
http://entomologia.rediris.es/pribes/pribes2000/medirdiversidad.htm
In memoriam: Fermín Martín-Piera
(1954-2001)
http://entomologia.rediris.es/pribes/2002/inmemorian.htm
Otros textos sobre el autor:
Gonzalo Halffter, Doctor Honoris causa por la Universidad de Alicante
http://entomologia.rediris.es/aracnet/7/fichapersonal/index.htm
|