Aracnet 9 - Bol. S.E.A., nº 30 (2002) : 231-233.

Tribuna Abierta

Donde entomología y lingüística se (con)funden (reflexiones sobre la terminología entomológica)

En fechas recientes ha dado bastante juego en la lista de correo virtual Entomología la cuestión de la terminología entomológica. La bola de nieve la echó a rodar alguien que pedía información sobre glosarios impresos y virtuales, y unos días más tarde otro corresponsal se interesaba por la manera más adecuada de traducir al español unos términos ingleses. Siendo la terminología casi tan necesaria para los entomólogos como el aire que respiramos, parecía lógico trasladar el tema a las páginas del Boletín, y esa es la misión de la presente “carta”.

Me voy a centrar principalmente en el segundo aspecto mencionado, el vocabulario técnico de carácter entomológico en lengua española, y más concretamente en la contaminación por el contacto con la lengua inglesa. Hay que reconocer que en nuestra rama de la ciencia (como en muchas otras) la iniciativa metodológica la suelen tener, desde hace tiempo, los investigadores de los países de habla inglesa, y desde luego no es el nuestro el único campo en que se abusa del “parasitismo” lingüístico. Con cierta frecuencia se pueden leer en trabajos entomológicos traducciones literales de expresiones inglesas y préstamos poco afortunados de esa lengua, y es una pena y casi un insulto, porque la mayor parte de las veces se pueden decir las cosas con recursos del propio idioma español. Hay cosas muy llamativas, como reflexiones (inglés reflections) en lugar de “reflejos” o correr (un programa) (inglés run) por “aplicar” o “usar”, y otras indudablemente más peligrosas por su casi perfecto camuflaje, como atenuado (inglés attenuate) en vez de “adelgazado”, o definidamente (copiado de definitely) por “claramente”, o ciertos términos de “referencia espacial”, como mediano y derivados (inglés median, anteromedian, medially, etc) usados en el sentido de “medio” o “central” y sus derivados.

Por si acaso, matizaré que mi intención no es rechazar la innovación lingüística per se: es evidente que la innovación conceptual es parte esencial y cotidiana de cualquier disciplina científica, y también lo es que cada concepto nuevo pide a gritos un término nuevo; lo que aquí critico es sólo el préstamo innecesario, el que se hace cuando ya existe un término válido en el idioma propio. También hay que decir que es, igualmente, ley universal que los cambios lingüísticos, una vez que llegan a un cierto volumen de aceptación, adquieren tal inercia que no hay nada ni nadie que los pueda parar, por muy negativos que pudieran parecer en su origen, y que además de las razones de coherencia o “pureza” lingüística y del factor “masa de hablantes”, entran en juego otras cuestiones, como la potentísima tendencia actual a la uniformidad léxica de los vocabularios científicos de los idiomas del mundo.

De todas formas, y volviendo a mi argumento, en cada época el consenso dicta que hay unas palabras, expresiones y construcciones que están bien y otras que están mal, y estas últimas estamos obligados a evitarlas y si es posible eliminarlas, como “crímenes” lingüísticos que son en su contexto temporal, y no sólo por razones exclusivamente “puristas”, estéticas o de principios, sino porque tienden a dificultar la trasmisión de la información, que en definitiva es el objetivo de cualquier publicación científica.

En general este tipo de “desaguisados” no se cometen a propósito, pero no por ello son menos delictivos: el delito suele consistir, o bien en falta de sensibilidad lingüística (no somos conscientes de que lo que se escribe está mal escrito, y por tanto no buscamos soluciones) o bien en simple negligencia (omitimos, coyunturalmente o por sistema, la revisión lingüística del texto, sea hecha por uno mismo en otro momento de menos prisa o por alguien con cierta competencia en estos temas). El problema se debe sin duda a todo un conjunto de factores, pero destacaría dos: uno, que muchos de los entomólogos de lengua española tenemos buena parte de nuestras fuentes de información en inglés, con lo que sin darnos cuenta (o incluso conscientemente), inmersos en ese ambiente lingüístico, a la hora de redactar plagiamos palabras y estructuras gramaticales del otro idioma (aún más los que han estudiado o trabajado algún año en un país de habla inglesa); el otro, la prisa: siempre falta tiempo para preparar los trabajos que queremos publicar, y por desgracia la calidad lingüística de lo que se ha escrito es uno de los aspecto que menos atención/tiempo reciben.

Pasando a la parte práctica del asunto, la impresión es que no hay mucho en que apoyarse... El mercado de los países de habla hispana se presenta penosamente deficitario en diccionarios entomológicos en nuestra lengua, y de hecho a mí sólo me consta uno, la recientemente publicada versión española del "Diccionario de entomología" de A.F. Leftwich, editada por la peruana Universidad Nacional del Altiplano. A una escala menor, sí que se pueden encontrar algunas cosas en los glosarios especializados que hay en las monografías de algunos grupos de artrópodos, o en los que llevan ciertos libros de entomología general 1 (aunque lo más frecuente es que el léxico morfológico de estos últimos esté distribuido por diversos capítulos2), y luego están los glosarios, más o menos limitados, disponibles en Internet3. De momento, me temo que la fuente principal de asesoramiento en materia de terminología (especialmente en ciertos campos, como por ejemplo los términos de referencia espacial, poco cubiertos en general por las fuentes citadas) sigue siendo, desgraciadamente, el examen detenido de descripciones entomológicas escritas en español, con posterior valoración personal (o/y mediando consulta a gente con más experiencia lingüística) y la consiguiente elaboración de una especie de "glosario" personal a partir de eso. Menos mal que los entomólogos solemos ser gente paciente y metódica.

Leopoldo Castro

 

NOTAS:

1 Como el de "Bases para un curso práctico de entomología", de J.A. Barrientos, publicado en 1988 por la Asociación Española de Entomología.

2 Por ejemplo “Tratado de entomología”, de J.M. Nieto & M.P. Mier, 1985, ed. Omega, y “Zoología de artrópodos”, coordinado por J.A. de la Fuente, 1994, ed. Interamericana - McGraw-Hill.

3 Para citar algunos: el de “Huiña-Pukios” (http://www.geocities.com/biodiversidadchile/glosario3.htm), el Glosario de JJ de Haro (http://www.terra.es/personal7/jjdeharo/entomologia/dicc.htm) y el de “Sucre” (http://www.sucre.udo.edu.ve/~mherrera/entomoweb).

A ellos puede sumarse la reciente página web del Grupo Ibérico de Aracnología y su glosario (http://entomologia.rediris.es/gia ).

 

Jan Fabre y el arte entomicida

Estimados amigos,

Hace unos días visité ARCO (Feria de Arte Contemporáneo de Madrid) y encontré que varias galerías (Guy Bärstchi, entre otras) exponían obras del belga Jan Fabre, escultor que utiliza coleópteros en sus trabajos. Yo no sé qué pensarán otros colegas, pero a mí me dolió en el alma ver a centenares de bupréstidos usados para confeccionar un vestido, o docenas de bupréstidos, cerambícidos, carábidos, escarabeidos y elatéridos colgando de calaveras o cruces de madera para hacer esculturas que luego son vendidas a 15.000 euros la pieza... Curiosamente, no todos estaban bien clasificados, ni siquiera al nivel taxonómico de familia: titulaba "Buprestidae" una "obra" de la que colgaban enormes cerambícidos pintados de gris...

He encontrado fotos de sus obras en internet, aunque no muy buenas, en la página de esta galería: www.bartschi.ch/stk_Jf.html 

Como puede verse, casi todas son con "scarabées"... He estado leyendo un poco más sobre él desde mi visita a ARCO. Al parecer es nieto del mismísimo Jan Henri Fabre, "célebre entomólogo francés", y además dice ser coleccionista de insectos, aunque, a tenor de sus identificaciones, no parece tener grandes conocimientos taxonómicos.

Otra de sus creaciones, al parecer, fue una enorme columna de jamón en el centro de Gante que él pretendía que se cubriese de moscas para "darle vida".

Por último, se ve también que grabó un vídeo artístico con algunos entomólogos que se exhibió en el Natural History Museum de Londres en enero y febrero del 2000...

No sé, me parece gratuito cazar tantos coleópteros para adornar esculturas que luego son vendidas a los precios que pudieron verse en en la galería.... Aunque, eso sí, no tuve tiempo de precisar de qué especies se trataba, porque además la mayoría estaban pintadas, con lo que resulta difícil precisar si se trata de ejemplares criados en granjas o capturados en el medio natural.

En fin, que a la gente le parecía de mal gusto porque, en general, no gustan los "bichos". Pero a mí me pareció de mal gusto precisamente porque me gustan...

Ignasi Serrahima Arbestain

 

Página creada en mayo de 2002
Última actualización: sábado, 25 de mayo de 2002


 

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