|
A primera
vista puede parecer una pregunta fácil de contestar, pero no lo
es. Durante siglos, la taxonomía, la parte de la biología que
delimita, nombra y clasifica la biodiversidad, fue una ciencia
eminentemente morfológica. Sin embargo, la incorporación de
información molecular (p. ej., secuencias de ADN) y de
información ecológica, derivada de la modelización de
distribuciones mediante métodos SIG, se ha convertido en una
práctica generalizada en taxonomía, lo que ha supuesto una
revolución en el campo, dando lugar a la denominada taxonomía
integrativa. La inclusión de datos moleculares en la taxonomía
proporciona ventajas indiscutibles: permite delimitar especies
morfológicamente indistinguibles, las llamadas especies
crípticas, e incluso estadios vitales o fragmentados carentes de
rasgos morfológicos diagnósticos. Además nos proporciona
información sobre la estructuración poblacional y las relaciones
genealógicas y de las especies, y la posibilidad de conocer los
tiempos de divergencia de estas. Por otra parte, a diferencia de
los datos morfológicos, los datos moleculares son fácilmente
estandarizables y digitalizables, lo que permite acelerar el
costoso trabajo taxonómico morfológico. Sin embargo, en ciertas
situaciones la información molecular puede no ser un reflejo
fidedigno de los límites taxonómicos de una especie, debido a
fenómenos tales como la introgresión, o los polimorfismos
ancestrales. En esta charla presentaremos algunos de los
resultados obtenidos en la aplicación de datos moleculares para
la delimitación de las especies del género de arañas del suelo
Dysdera, el cual ha sufrido un proceso de radiación en
las Islas Canarias, donde se han descrito cerca de 50 especies.
Los datos moleculares confirman la mayor parte de especies
definidas morfológicamente, pero también sugieren la posible
existencia de estructuración interna compatible con especies
adicionales, episodios de rápida evolución morfológica, y revela
posibles eventos de hibridación en la génesis del grupo. |
|