Genera Insectorum

 

 

 

ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

 

Llamamiento general al buen gusto (a la hora de bautizar especies)

    Cada año se describen un buen número de taxones (o táxones) artrópodos. Unos 9000. Si tenemos en cuenta que el número de taxa ya bautizados supera los 3 millones (pues hay que contar los niveles supraespecíficos, pero también a los fósiles) y si tenemos en cuentas las normas o reglas previstas por el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica para la asignación de nombres (incluido el uso del latín... ¡quién se lo iba a decir a los romanos!), es evidente que no resulta fácil conseguir que los epítetos específicos o genéricos resulten atractivos, bonitos o simplemente fáciles de recordar para quien no domine las lenguas clásicas.

    En un número pasado de esta revista y en esta misma sección comentaba el problema que se nos avecina si T. Erwin tiene razón y el número de especies se va a los 100 millones y si, al mismo tiempo, y a diferencia de lo que ahora se piensa, llega el día en que se decide que las categorías emergentes del análisis cladístico deben de ser bautizadas. Con 100 millones de especies, seguramente haremos corto con las categorías taxonómicas usuales y sea preciso ampliar la colección a nuevos niveles que vayan más allá de un simple cambio en la terminación. Desde luego, si los cladistas comienzan a bautizar clados, ni siquiera es necesario que Erwin tenga razón, pues aunque ya no se describiera ninguna nueva especie, con lo que hay, podríamos volvernos locos.

    Por cierto que en su momento sugerí que, de darse estas circunstancias, tendríamos un auténtico problema con el número de palabras disponibles. Tendríamos que utilizar variaciones aleatorias de letras (de hecho, esto ya ha ocurrido con subgéneros de coleópteros Hydraenidae) o nombres muy extensos. Bromeando inventé algunos nombres: el escarabajo Orson welles, o la mariposa Vanessa redgrave... y tuve que dar bastantes explicaciones, porque algún colega extranjero me escribió para solicitarme una copia de la ‘descripción original’ de estos taxones de nombre tan curioso. Cosas de entomólogos.

    Al margen de estas consideraciones, la cuestión a la que quiero referirme aquí es sugerir al colectivo de taxónomos un pequeño esfuerzo en la elección de los nombres de los taxones que describan al objeto de que, en la medida de lo posible, elijan nombres atractivos.

    Reconozco que ‘atractivo’ no es precisamente un término científico y que, en realidad, ni siquiera es algo objetivable. Por tanto, el criterio tiene pocas posibilidades de aplicarse adecuadamente (supuesto que algún taxónomo esté de acuerdo conmigo, claro). Pero creo que se comprende lo que quiero transmitir. Intentemos encontrar nombres interesantes, fáciles de escribir y recordar (en lo posible), curiosos (sin que sean extravagantes) e incluso ‘simpáticos’ (¡otro concepto totalmente subjetivo!).

    Por supuesto, la importancia de esta recomendación crece proporcionalmente al nivel del taxon descrito. Si se trata de un epíteto específico, por muy horrendo que resulte, el ‘nombre específico’ queda sólo para ese organismo. Sin embargo, si se trata de la descripción de un género, o subgénero, no podemos olvidar que todos los organismos que se describan en el futuro pertenecientes a ese género (o subgénero) deberán llevar el nombre elegido (y si es ‘horrendo’, todos los miembros del género serán ‘horrendos’....).

    Imagino que todos podemos citar ejemplos gráficos de nombres ‘terroríficos’ (con respecto a los cuales, el CINZ debería haber nombrado una comisión con la posibilidad de imponer sanciones, o al menos, algún tipo de reprimendas). No quiero citar ninguno aquí. Por el contrario (¡para que se vea mi espíritu ‘positivo’y constructivo!) sí quiero citar el nombre de un nuevo género descrito en el año 2000 como ejemplo de lo que quiero transmitir. Se trata de: Iberomosca, un braquícero fósil (Diptera) de principios del Cretácico descrito del Montsec (Barcelona) (Mostovski, M. B. & Martínez-Delclòs, X. 2000. New Nemestrinoidea (Diptera: Brachycera) from the Upper Jurassic-Lower Cretaceous of Eurasia, taxonomy and palaeobiology. Entomological Problems, 31(2): 137-148). Iberomosca es un nombre genérico perfecto para un díptero ibérico.

¿Se entiende ahora a qué me refería con la elección de nombres ‘atractivos’?


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

 

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

El mapa de la SEA

    Con el volumen 29 del Bol.SEA se incluye el directorio de socios de la Asociación a 31 de octubre de 2001. El número de socios a esa fecha asciende a 565, cifra nada desdeñable para la mayoría de las asociaciones europeas de entomología e, incluso, de grupos zoológicos mayores. Esta cifra, con toda su importancia, es el resultado de diversos ‘recortes’ de última hora. O en otras palabras, un cierto número de socios (unos 50) han sido dados de baja como consecuencia de diversas circunstancias (pero la más habitual, un retraso excesivo en el abono de sus cuotas sociales). No somos una asociación lucrativa, pero la parte del león de nuestro presupuesto -por no decir que prácticamente todo- es el resultado de los ingresos por cuotas sociales y ventas de publicaciones, ya que ningún organismo público español, institución científica, académica o cultural ha aportado nunca ni un céntimo a esta asociación (podría pensarse que tal vez es que ‘somos muy malos’, pero si instituciones internacionales como CYTED o la propia UNESCO han patrocinado algunas de nuestras obras, habrá que pensar que, en realidad, los ‘malos’ son ellos, es decir, las instituciones españolas -es, más que una opinión, una certeza). Pero todo ello implica que el socio que no paga se está lucrando a costa de los demás. Y por ello, creemos que actuamos en defensa de la inmensa mayoría de socios si mantenemos una posición bastante rígida en estos asuntos pecuniarios. Más, si tenemos en cuenta que el importe de las cuotas sociales no se ha modificado desde hace casi un lustro y ha quedado estancado -imaginamos que para alborozo de nuestros socios- en las 6000 pesetas anuales ya conocidas, un importe insultantemente bajo en comparación al de cualquier obra editada por cualquier organismo público, académico o investigador español. La paradoja la tendrán que explicar ellos (pues no debe justificarse el eficiente, sino el torpe o incompetente).

    Pero la cifra de socios mencionada más arriba resulta igualmente engañosa en otros sentidos. Por un lado no contempla las relaciones de intercambio de publicaciones pactadas con otras asociaciones, bibliotecas e instituciones. Por otro, existen determinados acuerdos de distribución de nuestras publicaciones a un buen número de instituciones sin contraprestación. Por ejemplo, el volumen PrIBES o los Manuales & Tesis SEA han sido remitidos a más de 300 centros e instituciones de todo el mundo dentro del programa de difusión de publicaciones. La distribución media de una publicación SEA alcanza actualmente los 1000 ejemplares, a las que deben de sumarse las tiradas complementarias destinadas a la venta directa de ejemplares.

    Si nos ceñimos exclusivamente a los socios, podemos trazar el ‘mapa de la SEA’ de la figura 1 y sacar algunas conclusiones....

    En primer lugar, habría que destacar el hecho -ya conocido- de que la Sociedad Entomológica Aragonesa no es tan ‘aragonesa’ como proclama su nombre, salvo, claro está, por su origen, domicilio y regionalidad de la mayor parte de los miembros de la Junta. Si la variable a considerar fuera la localización de sus miembros, Zaragoza es la segunda provincia en número (63) frente a Madrid, que alcanza los 100 justos. Barcelona sigue con 59 socios y un poco más atrás, Pontevedra, con 20 y Valencia con 19. Las restantes provincias, salvo Orense, Palencia, Segovia, Ávila, Soria y Cuenca tienen un número de socios comprendido entre 1 (Tarragona, Zamora y Huelva) y los 13 de Huesca o Granada. Incluso Ceuta y Melilla suman un socio cada una. Por otra parte, el número de socios isleños es bastante reducido (3 en las Baleares, 2 en las Canarias).

    Por comunidades autónomas, Madrid suma 100; Aragón, 82; Cataluña, 72; Andalucía, 47; Galicia, 33; Valencia, 32; País Vasco y Castilla-León, 27; La Rioja, 13; Asturias, Navarra y Castilla-La Mancha, 9; Murcia, 8; Extremadura, 6; Cantabria, 5; y los restantes 7 corresponden a las islas, Ceuta y Melilla.

    Por supuesto, estas cifras sólo indican la residencia actual de los socios, pero no el origen. De hecho, algunos de ellos son extranjeros afincados en España. Y al contrario, una parte de los socios con domicilio en el extranjero (79), son españoles. Respecto a éstos, hay que decir que la SEA cuenta con socios en 22 países (además de España), 12 de ellos americanos y 10 europeos.

    En Europa, Francia tiene 13 socios y Portugal 9; siguen Inglaterra y Bélgica con 6 y 5 respectivamente y, el resto, corresponden a Austria (2), Países Bajos (3), Alemania (2), Suecia (2), Italia (2) y Suiza (1). En América se alcanzan doce países: México (6), USA (6), Cuba (4), Uruguay (4), Argentina (4), Brasil (3), Costa Rica (2), y con un solo socio Canadá, Venezuela, Perú, Nicaragua y Colombia. En fin, estas cifras no son ‘espectaculares’ desde el punto de vista internacional, pero casi un 14 % de ‘socios extranjeros’ para una asociación teóricamente ‘local’ no está nada mal.

    Volviendo al mapa (español) de la SEA, es lícito preguntarse: ¿no existe ningún entomólogo en ninguna de las 6 provincias en las que la presencia SEA es cero? Cuatro de esas provincias corresponden a Castilla-León y las otras dos son muy próximas (Orense, colindante y Cuenca, a un paso). Estoy convencido que esto no es exacto. Por fuerza tiene que existir una mínima dotación de entomólogos en esos territorios interiores. Amigos míos, colegas todos, hagamos un esfuerzo por llenar esos vacíos y por encontrar compañeros en esas latitudes. Sin duda existen; están ahí, esperando que alguien les haga llegar la noticia de que estamos ‘esperándoles’ con los brazos abiertos. Las otras provincias interiores tampoco van muy boyantes... Castilla-La Mancha, Extremadura y el norte de Andalucía, no consiguen superar 5 socios por provincia. Ni las islas, claro.

    Lo cierto es que el mapa de la SEA da la sensación de que la entomología es fundamentalmente periférica (cornisa cantábrica, Pirineos, costa mediterránea, desde el Levante a Huelva), salvando Madrid. En realidad, resulta lógico. La distribución demográfica española es esa. No se puede olvidar tampoco que la distribución de las Facultades de Biología (y similares) está correlacionada con esa otra variable. Pero salvando estos obstáculos, es destacable que Zaragoza tenga un número tan alto de socios sin disponer de Facultad de Biología ni de ningún otro centro similar (salvo la propia SEA). Es destacable también la relativa escasa asociación de Cataluña. Aun siendo Barcelona la tercera provincia en orden de importancia (59) me resulta sorprendente que no supere ampliamente a la propia comunidad aragonesa (por su dotación universitaria y especialmente por el número de residentes). Cataluña ha tenido siempre una gran tradición entomológica y comparte una amplia frontera y hábitats (desde el Pirineo a las estepas monegrinas del valle del Ebro) con Aragón. Así que no se explican muy bien las razones.

    Pero hay una provincia que merece citarse expresamente: se trata de Pontevedra, casi la más alejada de Zaragoza y, sin embargo, la cuarta provincia española en número de socios: 20, más incluso que Valencia. ¡Cousas da Vida! que diría Castelao.


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

 

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

1000 entomólogos ocultos en una madriguera

    Si hace unos meses me preguntaba en esta sección dónde estaban los entomólogos ibéricos en Julio del 2000, es decir, mientras se celebraba el IX Congreso Ibérico de Entomología (y por supuesto, no me refiero a los más de 200 asistentes, sino a los restantes ¿1000? -tal vez más- entomólogos ibéricos que no acudieron), ahora me pregunto algo similar en relación al fenómeno de la asociación. Las Asociaciones ibéricas -me refiero a las domiciliadas en la península ibérica cualquiera que sea su radio de acción- cuentan unas cifras paupérrimas de miembros. Probablemente, el porcentaje de asociacionismo no alcance mucho más del 15 o 20% (o del 33% en el caso de la SEA).

¿Se puede ser entomólogo sin ser miembro de ninguna asociación?

    Por supuesto, es perfectamente posible, pero parece poco lógico. No pretendo resucitar modelos ‘sindicalistas’ o ‘gremiales’, pero sí convendría meditar a propósito de si no representa una suerte de irresponsabilidad la falta de involucración personal en el devenir de una o varias asociaciones. Es más o menos un hecho generalizado el lamento por la escasa atención que reciben los artrópodos en los presupuestos de todo tipo (desde académicos a los relacionados con protección y medio ambiente) y, sin duda, está más que justificado, pero al mismo tiempo ¿dónde se meten los que se quejan a la hora de la verdad? ¿cuándo van a dar la cara? Quizás es que muchos de nuestros colegas -gritones o quejumbrosos, según tercie- esperan que las cosas cambien a costa de que otros muevan los asuntos. Si un día se consiguen resultados positivos en algunas de esas áreas, seguramente los entomólogos seremos, como por arte de magia, más, muchos más. Un poco como el número de familiares, que siempre es proporcional al tamaño de la herencia del finado.

    Eso sí, siempre hay excusas. Resulta hasta muy ‘in’ (y perdón por el uso de un término tan pasado de moda) pontificar a propósito de convicciones personales en favor del individualismo, a favor de lo bien que se hacen las cosas por ‘ahí fuera’ y a la incompetencia y mala fé de los miembros de juntas y otras ‘raleas’ que ‘sólo están para figurar’ (al parecer sólo en Spain). Pero nadie se reprime de criticar la política de protección en materia de artrópodos, la escasez de recursos para la investigación, lo mal organizado que está todo y el cumplimiento a rajatabla del principio de Peter (toda persona asciende hasta alcanzar su nivel de incompetencia, ergo los que dirigen son necesariamente incompetentes). Eso sí: las asambleas de socios son reuniones de cuatro amigos; las propuestas ‘activas’, deben ser una hipótesis que todavía nadie ha podido demostrar en España; la participación en las escasas actividades que pueden ponerse en marcha -cuando la ‘resistencia’ natural de la masa social no consigue aplastarlas- es puramente testimonial y así todo.

    Para justificar la no-asociación a Asociaciones ibéricas, queda todavía la excusa del alto número de asociaciones existentes (en España no, pero a la hora de buscar excusas, podemos mencionar las que hay en UK, USA o en Eslovenia y en las que, al parecer sí ‘hay que estar’). La razón estriba en que ello representa un desembolso importante al principio de cada ejercicio social porque el no-socio de asociaciones ibéricas, sí lo es de varias extranjeras. De acuerdo, pero en realidad esta afirmación sólo es cierta para colegas residentes en países con niveles de renta muy baja para los cuales las bajas cuotas españolas constituyen, a pesar de ello, un auténtico problema. Yo también he sido estudiante y sé lo que son las penurias. A pesar de todo, llegaba allí donde quería llegar. Y donde no llegaba era, en realidad, porque no me interesaba. Así que la excusa me suena a pura y simple hipocresia. Pero cada cual es muy libre de elegir, por supuesto. Solo que en tal caso, estaría bien que estos colegas en la ‘sombra’ se quejaran de la situación de la entomología ibérica en inglés o en esloveno y además lo hicieran allí (pues si los trabajos que se oyen/leen son los que se publican allí, no tiene sentido alguno protestar aquí).

    Por cierto que realmente todavía existe otra excusa (casi se me olvida): el asunto de las publicaciones en revistas extranjeras, que siempre está ‘mejor visto’ que publicar en revistas españolas. Parecen ser legión los que opinan que un artículo en una revista alemana, francesa o turca tiene más peso o valor que el mismo artículo publicado en España. Esto tiene bastante de tontería, de snobismo cutre y ‘salchichero’ (perdón por la expresión), de ingenuidad o de simple ignorancia. Las ‘autoridades’ en materia de investigación tienen mucha responsabilidad en esto (pues básicamente su acción consiste en cerrar los ojos a la realidad y fingirse extranjero, sin quitarse la boina), pero no toda. La política de valoración de méritos basada en la publicación de trabajos en revistas de impacto (que en entomología, son unas poquitas y, es cierto, extranjeras), está llevando a esta generación de investigadores ibéricos a buscar la publicación de sus trabajos en cualquier revista extranjera. Así, me parece un poco patética la publicación de muchos artículos escritos por autores españoles, sobre fauna española, en oscuras revistas europeas absolutamente desconocidas fuera de las propias fronteras del país donde se publican (y a veces incluso dentro). Ni resulta lógico desde el punto de vista científico ni creo que pueda tener sentido alguno desde el punto de vista curricular (salvo que el evaluador -de los méritos- sea un analfabeto en materia de entomología o haya llegado realmente a alcanzar su nivel de incompetencia entomológica). Las revistas francesas, por ejemplo, publican con frecuencia notas y trabajos sobre fauna ibérica. Descontando a los Annales de la Société entomologique de France (y poco más), las revistas francesas no se diferencian en nada de la mayoría de las españolas. ¿Qué sentido tiene hablar de los gorgojos de Huelva en una publicación austriaca, finlandesa o italiana? De nuevo, no es algo ‘ilegal’, pero en mi opinión se trata de un mero ejercicio de snobismo o de un arraigado complejo de inferioridad científica. Eso o es que lo que se pretende es ‘ocultar’ el trabajo al colectivo que debería estar más interesado (los propios entomólogos ibéricos). Comprendo que se aspire a publicar en Systematic Entomology, pero no entiendo que se publique en revistas extranjeras que no tienen -en absoluto- mayor difusión que algunas ibéricas (consultar las tiradas, please).

    En fin, por resumir, 1000 entomólogos ibéricos (al menos) de incógnito es mucho más de lo que puede admitirse. Los que estamos ‘en la luz’ (me refiero a asociados; ¡no vaya a entenderse que ‘la luz’ es la SEA!) debemos hacer un esfuerzo por sacar de sus cubiles y escondites a estos colegas en la sombra. Que se mojen como todos nosotros. Que no nos cuenten más excusas ni cuentos chinos. Si no les gusta lo que hay en España tienen la obligación de decirlo -a la luz, y en voz alta y no en lo más profundo de la madriguera, a los íntimos y en susurros-, es decir, desde dentro y con el derecho que da ser parte del colectivo o proyecto. Es una cuestión de honestidad, de estilo y, sobre todo, de futuro (del suyo y del nuestro).

 


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

Escorpiones (sic!) fósiles

    Los euriptéridos (Eurypterida) son un grupo espectacular de quelicerados fósiles. Se les conoce como ‘escorpiones marinos’ por la extraordinaria similitud que guardan con los auténticos escorpiones (ver ilustración) y por sus hábitos acuáticos. Su filiación es bastante conflictiva. Tradicionalmente se han sostenido dos teorías; por un lado la que opina que efectivamente existe una estrecha relación entre Eurypterida y Scorpiones, de tal modo que los primeros serían los antepasados de éstos. El elemento clave radica en la existencia de un postabdomen o ‘cola’ de cinco segmentos, algo que es exclusivo de ambos grupos. Por otro, está la que sostiene que Eurypterida + Arachnida sería el grupo hermano de los xifosuros y que ve una simplesiomorfía (un caracter primitivo compartido) en la ‘cola’. Pueden verse los artículo de Jasson Dunlop (1996. Arácnidos fósiles (con exclusión de Arañas y Escorpiones). Bol.SEA, 16: 77-92 [monográfico Paleoentomología] y 1999. Pasando revista a la evolución de los Quelicerados. Bol. SEA, 26: 255-272 [monográfico Evolución y Filogenia de Arthropoda]).

    La posible relación entre Eurypterida y Scorpiones no se ve afectada por la aparente disparidad de hábitats. Recordemos que los ancestros inmediatos de los actuales escorpiones (todos terrestres) son protoescorpiones marinos o anfibios.

    Se conocen representantes de unas 25 familias, las cuales vivieron entre principios del Ordovícico y finales del Pérmico (500-230 m.a.). El número de fósiles no es muy elevado y algunos miembros llegaron a alcanzar tamaños de dos metros (como Pterygotus). Por su morfología debieron ser depredadores feroces. Se ignora si eran capaces de inocular veneno a través del aguijón terminal de su cola (aunque se sospecha que no).

    Si mencionamos aquí a los euriptéridos se debe al reciente descubrimiento de un fósil muy bien conservado en León.

    Un equipo investigador del CSIC y del Instituto Geológico Minero de España (IGME) ha concluido el estudio preliminar del fósil de un raro artrópodo acuático encontrado en la cuenca carbonífera de La Magdalena (León), el cual ha sido presentado en las XVII Jornadas de la Sociedad Española de Paleontología que se celebran en Albarracín (Teruel).

    El fósil fue descubierto en la escombrera de una antigua mina de carbón, próxima a Garaño, y corresponde a un euriptérido de pequeño tamaño, articulado y conservado por su cara dorsal. El fósil original se exhibe temporalmente en el Museo Geominero de Madrid.

    El fósil leonés podría tipificar una especie nueva del género Adelophthalmus y tiene la particularidad de corresponder a una forma de agua dulce (mucho más rara en el registro del grupo), de la que hasta la fecha sólo se conocían dos ejemplares comparables: uno encontrado en el norte de Portugal hacia 1890, y otro aparecido en 1973 en Ablaña (Cuenca Central asturiana).

    Los tres fósiles ibéricos datan de finales del periodo Carbonífero, con una antigüedad cercana a los 300 millones de años para el ejemplar leonés. Éste se presenta asociado con abundantes fósiles de plantas y de raros artrópodos terrestres; entre ellos, restos de cucarachas primitivas y de miriápodos gigantes.

    El estudio ha corrido a cargo de los paleontólogos Juan Carlos Gutiérrez Marco, del Instituto de Geología Económica (CSIC-Universidad Complutense) e Isabel Rábano, del IGME, quienes resaltan la extrema rareza e interés de los fósiles de euriptéridos del Carbonífero europeo, y el parecido superficial del ejemplar español con ciertos euriptéridos conocidos previamente en rocas algo más antiguas de Austria y de la República Checa.

    Los euriptéridos marinos son algo más frecuentes en España para yacimientos paleontológicos en torno a los 435-415 millones de años, descubiertos por estos mismos investigadores en algunos puntos de Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía y León (Salas de la Ribera). Sin embargo, incluso en dichos casos, los fósiles se limitan a fragmentos de patas y caparazones, nunca a restos tan completos como este segundo euriptérido del Carbonífero español.

 

Ni trilobite ni escorpión

    Los euriptéridos no tienen suerte. A pesar de ser (o haber sido) organismos espectaculares -¿quién se resiste al morbo de escorpiones de dos metros de largo?- son poco conocidos. Y esto es algo que ocurre desde antiguo, agravado por el hecho de que cuando son objeto de información ‘pública’ suelen ser confundidos. Por ejemplo, en 1885 el periódico inglés Funch publicó una caricatura de un sabio inglés junto a un euriptérido recién descubierto. El título de la misma decía: ‘El trilobite’. Actualmente, cuando los periódicos o revistas de información general se refieren a estos organismos lo hacen citándolos como ‘escorpiones’. El Heraldo de Aragón (20-10-2001) titulaba su columna: ‘Un escorpión gigante único en el mundo’. Y ni trilobite ni escorpión.

 


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

 

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

Estimación (glup!) de la entomodiversidad aragonesa: un error del 657 %.

    El Gobierno de Aragón ha elaborado un proyecto de Plan Forestal y de conservación de la Biodiversidad para la Comunidad. Sin entrar en sus contenidos (para eso está la sección ECO-SEA), no puedo dejar pasar la oportunidad de comentar una de las cifras que ofrecen. En concreto en ‘Estimación de números de especies propias de la región aragonesa’ se estima en 3.500 especies los artrópodos presentes en Aragón, según datos de la ‘Sociedad Aragonesa de Entomología’.

    El asunto no es intranscendente, ni mucho menos, porque si todo el Plan de Conservación de la Biodiversidad aragonesa parte de premisas tan equivocadas como la estimación de la propia biodiversidad a conservar, es legítimo preguntarse quién elabora estos documentos y cuanto es el interés real de las instituciones en ‘conservar’ la biodiversidad.

    La estimación del Gobierno de Aragón en el caso de los artrópodos no puede estar más equivocada. La cifra estimada de artrópodos aragoneses ronda las 23.000 especies. Esta es una estimación propia basada en el análisis de todos los órdenes y de las familias más numerosas. En la misma he intentado seguir una línea prudente a partir de datos disponibles para otras regiones geográficas de características similares y proyecciones a partir de grupos relativamente bien estudiados. Con todo, mis estimaciones son eso, estimaciones y, por tanto, pueden estar equivocadas, pero no mucho más de un 10 % al alza o a la baja. ¡Así que el error del Plan se mueve en torno al 657 %! Todo un récord.

    Pero no hacen falta siquiera estimaciones para ratificar la magnitud del error. Por ejemplo, el Manifiesto científico por Los Monegros (McM. 1998. Bol.SEA 24) incluyó el listado de artrópodos presentes en las estepas de Los Monegros y sólo ellos ¡ya sumaban 3.643 en aquella fecha!.

    Pero además es suficiente con comprobar la lista de taxones citados recopilados a través del Catalogus SEA (que, por ciento, son enviados puntualmente al Gobierno de Aragón). Los ya publicados incluyen 4.855 artrópodos. Los que están en preparación (con algunas de las mayores familias de Coleoptera e Hymenoptera pendientes, por ejemplo) representan en torno a otras 3000 especies. Y todavía queda un alto número de familias, órdenes e incluso clases zoológicas por elaborar (desde los microlepidópteros -¿bajarán de 1000?- a los trichópteros o todos los crustáceos y miriápodos). A ellos deben sumarse un buen número de especies de familias ya listadas, pues los Catalogus sólo recogen aquello que ya está expresamente citado, pero no lo realmente presente. Es evidente, si revisamos las familias publicadas, que muchas de ellas no incluyen especies de amplia distribución o, sencillamente, que nunca han sido prospectadas en suelo aragonés y sólo disponen de citas esporádicas o aisladas. Según mis cálculos el número de especies que están citadas en la bibliografía científica para Aragón ronda las 13.000 especies. La diferencia con la estimación de 23.000 es un problema de tiempo, esfuerzo y prospección. Pero incluso olvidándonos de esas 10.000 especies ‘ocultas’, el error de la administración es escandaloso.

    ¿Quién ha calculado esas cifras? La Tabla indica que la fuente es la ‘ Sociedad Aragonesa de Entomología’, que -lo aseguro- no existe. Probablemente a quien quieren referirse es a la Sociedad Entomológica Aragonesa. Pero en tal caso, las cifras son mentira, o se trata de un gravísimo error. La Junta Directiva de la SEA no ha sido consultada y, mucho menos, ha facilitado semejante datos. Ni siquiera nuestros socios ‘junior’ manejan tal nivel de desconocimiento.

    Lo triste es que todo esto está ocurriendo en el propio plan que se supone ha de ayudar a proteger esa biodiversidad...

 


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

El pasado y el presente: coevolución de plantas e insectos

    Y es que el pasado guarda todavía multitud de sorpresas para los entomólogos (un motivo más para intentar estrechar las relaciones con la Paleontología). La página de Terra (Ciencia, 04.04.2001) comentaba una noticia interesante desde muchos puntos de vista y con importantes implicaciones para comprender la evolución de la diversidad de los fitófagos. Al parecer, las plantas con flores podrían haber evolucionado mucho antes de lo que se creía, en torno a hace unos 250 millones de años (los registros fósiles existentes se refieren a unos 130 millones de años). Investigadores de la Universidad de Standford (California), dirigidos por Michael Moldowan, han encontrado una sustancia llamada ‘oleana’ en rocas fósiles. Este componente químico es emitido por las angiospermas para repeler a los insectos, hongos y otros organismos invasores y no se encuentra en el otro grupo más primitivo de plantas (las gimnospermas).

    El equipo científico ha descubierto ‘oleana’, mediante técnicas de cromatografía de gases (con el fin de encontrar moléculas de la sustancia en depósitos fósiles), en numerosos sedimentos del Pérmico que contienen semillas de plantas extinguidas como las ‘Gigantopteridaceas’ (de 250 a 300 millones de años).

    Esta teoría podría explicar algunos ‘desajustes’ temporales del registro fósil, según los cuales, la diversificación de insectos florícolas o fitófagos se produjo antes de la fecha en la que se creía que las plantas con flores alcanzaron su explosión de diversidad, lo cual ponía en serios aprietos muchas ideas en torno a la coevolución de insectos/plantas durante el Terciario.

Ahora tal vez los ‘calendarios’ de plantas con flores e insectos florícolas comiencen a encajar.


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

Comer bichos

    El periódico Diario del AltoAragón del 10.08.2001 incluye una columna bajo el título de ‘Comer insectos, cada día más común en el Congo’. La noticia dice así:

El ministerio de Agricultura de la República Democrática de Congo informó el sábado de que una gran parte de los habitantes en las zonas rurales recurren a alimentarse de cierta variedad de insectos para sobrevivir. Según las autoridades, en algunos casos y debido a la situación de escasez producida por la guerra civil, ese alimento representa hasta el 81 por ciento del total de las proteínas ingeridas por poblaciones enteras.

    Estos datos, a los que EFE tuvo acceso, pertenecen a un estudio realizado ante más de dos mil personas en Kananaga, provincia central de Kasai Occidental, donde el consumo se eleva a 50 gramos de insectos frescos por día y por persona.

    Los consultados, según la fuente, habían ingerido en los últimos meses unos 35.000 kilos de esos artrópodos y de preferencia el conocido como ‘dondon’, que es una larva que se encuentra en las palmeras. Tras los resultados obtenidos, las autoridades congoleñas podrían desarrollar un proyecto de explotación de insectos para el consumo humano ya que, según demuestran los informes, algunas especies alcanzan a tener hasta un 75 por ciento de proteínas de gran valor nutritivo. También se atribuyen a esas mismas especies un alto contenido en vitaminas, minerales y aceites y el valor proteínico varía entre un 18 y un 30 por ciento de su peso en seco’.

    Las larvas en cuestión pertenecen a una especie bastante extendida de gorgojo de las palmeras del género Rhynchophorus u otros cercanos. Ya hemos comentado en otras ocasiones, en esta misma sección, casos similares. Desde el antiguo presidente del Gabón, aficionado a las ‘delicatessen’ curculionológicas, al pueblo Nukak, en la Amazonía colombiana que desarrollaron una forma de ganadería (sensu lato) similar a la que ahora se plantea -según la noticia- el gobierno congoleño: la cría de gruesas larvas de gorgojos de las palmeras. En el estudio, que se publicó en la revista colombiana Caldasia (G. Morcote-Ríos et al. 1998, vol. 20: 57-74), el 68 por ciento de los eventos de recolección relacionados con insectos correspondían a este tipo de larvas.

    Marvin Harris dio buenas y convincentes explicaciones en su libro ‘Bueno para comer’ (Alianza Editorial, 1989) en torno a los motivos de la repulsión que sienten algunas personas por el consumo de insectos (poco compatible, por ejemplo, con el de crustáceos). Harris mencionaba una serie de datos dietéticos. Entre ellos: ‘...la carne de insecto es casi tan nutritiva como la carne roja o las aves de corral. Cien gramos de termitas africanas contienen 610 calorías, 38 gramos de proteínas y 46 gramos de materia grasa. En comparación, cien gramos de hamburguesa cocinada con un contenido de materia grasa medio ofrecen solamente 245 calorías, 21 gramos de proteínas y 17 de materia grasa. Una proporción equivalente de larvas de polilla contiene casi 375 calorías, 46 gramos de proteínas y 10 de materia grasa. Las humildes crisálidas de la mosca común contienen un 63 % de proteínas y un 15 % de materias grasas’. Y añade: ‘...la única comparación desfavorable que puede hacerse entre los insectos y la carne roja, las aves de corral o el pescado afecta a la calidad de las proteínas, medida en términos de los aminoácidos esenciales; pero algunos insectos tienen combinaciones de aminoácidos casi tan buenas como las del vacuno o el pollo’.

    La mención de Harris a las termitas no puede ser más oportuna. Los parientes lejanos del hombre actual, que vivieron hace un millón de años, comían termitas como parte de su dieta, según un estudio realizado en Sudáfrica. El Australopithecus robustus, uno de los miembros de la familia de los homínidos de los que procedemos, usaba huesos humanos y de animales con forma alargada para excavar galerías formadas por termitas. El estudio de esos huesos ha sido realizado por científicos de la Universidad de Witwatersand, en Suráfrica, y por miembros del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Talence (Francia) y ha sido publicado en la revista Proceeding of the National Academy of Sciences (USA). El descubrimiento es curioso. Los científicos creían que Australopithecus era vegetariano y que el uso que daba a los huesos era como herramienta para excavar la tierra en busca de raíces y tubérculos. Sin embargo, las altas dosis de carbono 14 halladas en sus esqueletos pone en evidencia dosis elevadas de proteínas en su dieta. Las termitas parecen ser las culpables.

    Otra cuestión es la de por qué no los comemos (en algunos lugares), pero mejor acudir al texto de Harris, o a otros artículos publicados en el Bol.SEA (Melic, 1995. Menú del día: Artrópodo. Bol.SEA 10: 37-41; Holt, 1997. ¿Por qué no comer insectos?. Bol. SEA, 20: 249-257; o Domínguez, 1997. Los artrópodos como fuente de alimentación. Bol. SEA, 20: 259-263).


ARACNET, 8 - Bol. S.E.A., nº 29 (2001) : 141-150. Genera Insectorum 29

Antonio Melic
amelic@retemail.es
 

Plaga 'exótica' en Galicia

    Javier Pérez Valcárcel me envió hace unos días un paquetito con una página de ‘La Voz de A Coruña’ (27 de septiembre de 2001) y un tubito con un gorgojo.

    El periódico recogía en portada: ‘Plaga de gorgojos en la ciudad’ dedicando su página 2 a diversos sueltos sobre la noticia. Al parecer, una plaga de gorgojos ha tomado la ciudad de A Coruña y vuelve loco al servicio del teléfono de información ciudadana, ya que los coruñeses no saben qué hacer ante la invasión de sus domicilios y terrazas.

    Lo más curioso de todo es la teoría que maneja el periódico sobre el supuesto origen de la plaga urbana: ni más ni menos que un carguero atracado en el puerto procedente de Brasil con 30.000 toneladas de haba de soja. Aunque se consuela anunciando que estos ‘parásitos de semillas’ se morirán enseguida, pues tratándose de animales tropicales no podrán resistir el húmedo clima gallego.

    En realidad, nada más lejos de la verdad. El gorgojo en cuestión es un habitante de Galicia desde hace bastantes años. Se trata de Gonipterus scutellatus Gyllenhal 1833, un miembro destacado de la subfamilia Gonipterinae que ataca exclusivamente los eucaliptus y muy prolífico. En climas tropicales presenta hasta cuatro generaciones anuales. Los adultos se acoplan entre 4 y 9 días después de alcanzar esta edad. Cada hembra realiza entre 20 y 30 puestas con 8 a 10 huevos cada una. El ciclo completo de la especie puede durar de 8 a 12 semanas, dependiendo de la estación.

    Estos coleópteros provienen de Australia (de donde a su vez proviene el Eucalyptus). Posteriormente fue importado a Suráfrica (a principios de siglo). Hace un cuarto de siglo apareció en Francia y poco después en diversos puntos de Europa (Italia, España, etc.).

    Así que los gorgojos no han sido traídos por el carguero brasileño, ni el haba de soja es la planta nutriente, ni creo que los mate otra cosa que la falta de Eucalyptus (aunque en Galicia hay muchos), pero desde luego, no lo hará la lluvia como menciona el periódico.

    Por cierto que haría bien el municipio coruñés en contratar un entomólogo y tal vez ponerlo a criar Patasson (Anaphoidea) nitens Gir., un himenóptero parásito natural de la especie. Por que me temo que la plaga volverá a aparecer en cualquier momento (mientras los eucaliptus campen a sus anchas -¿quién tuvo la genial idea de traerlos?).

 

 

Página creada en diciembre de 2001
Última actualización: lunes, 31 de diciembre de 2001


 

¡Recibe un e-mail cuando esta página cambie!


it's private
Powered by
ChangeDetection

Volver a la última página visitada  Atrás ] Arriba ] Siguiente ] [ Mapa de ARACNET ] [ Mapa de la CV-e ]  [Cómo citar los artículos de ARACNETImprimir

© 1999-2002 CV-e Comunidad Virtual de Entomología - http://entomologia.rediris.es - admin@entomologia.rediris.es