En España se ha introducido, sobre todo a lo largo del último siglo, un alto número de especies exóticas, cuyo impacto sobre la biodiversidad local no ha sido objeto de estudio o de preocupación hasta hace pocos años.
El bioma más afectado por la presencia de fauna exótica ha sido, probablemente, el de las aguas continentales. En la actualidad, al menos 26 especies de peces exóticos (la mayoría introducidas durante los últimos 60 años, y muchas de ellas depredadoras voraces) se encuentran aclimatadas en ríos, embalses, lagunas y lagos españoles. Éstas, introducidas en el pasado por decisiones administrativas, y en tiempos más recientes por la suelta voluntaria de particulares o por escapes de piscifactorias, están amenazando severamente a la ictiofauna autóctona y llevando a algunas especies al borde de la extinción. Un factor añadido de amenaza agrava la situación: los trasvases, que favorecen la traslocación de poblaciones localmente adaptadas (“demes” o “unidades evolutivamente significativas”) y especies de una cuenca a otra y convierten peces autóctonos en invasores. Dentro de los artrópodos, destaca la introducción de cangrejos de agua dulce como el cangrejo rojo americano Procambarus clarkii , el cangrejo señal Pacifastacus leniusculus y el cangrejo australiano Cherax destructor . Todos ellos han afectado negativamente al cangrejo de río nativo Austropotamobius pallipes .
Los archipiélagos españoles también están sufriendo las consecuencias de la presencia de especies exóticas. La introducción del arruí Ammotragus lervia en Canarias está poniendo seriamente en peligro especies vegetales endémicas de bajo porte, y es de reciente actualidad la polémica que ha desencadenado una propuesta para su erradicación. Tampoco las Baleares están exentas del problema. En estas islas ya se han llevado a cabo campañas de erradicación y control de varias especies invasoras, entre ellas la fanerógama marina Caulerpa taxifolia . La situación es particularmente grave si se considera que los ecosistemas insulares son posiblemente los más vulnerables a las invasiones. Las propias condiciones de aislamiento han favorecido la evolución de especies únicas, que en ausencia de depredadores o antagonistas, no han necesitado desarrollar mecanismos de defensa. La introducción de nuevas especies puede, por lo tanto, provocar una auténtica catástrofe.
Los datos disponibles indican que son numerosos los ecosistemas afectados por las especies exóticas invasoras incluyendo también el agrícola y el urbano. No obstante, la situación no está todavía suficientemente bien definida. En la actualidad nadie sabe cuántas especies invasoras (incluyendo invertebrados, agentes patógenos, flora) se hallan en la Península Ibérica , cual es su distribución o sus tamaños poblacionales. Frente a las inquietantes noticias de “nuevos hallazgos” como el de mejillón cebra en el Ebro, puestas de tortuga de orejas rojas o de Florida Trachemys scripta elegans o, dentro de los insectos, la rápida expansión de mariposas invasoras como el taladro del geranio Cacyreus marshalli por toda la península y de la hormiga argentina Linephitema humile por toda la banda costera, se hace patente la necesidad de una toma de postura seria por parte de los sectores científicos y políticos.
Las acciones emprendidas hasta el momento, aisladas y muy puntuales, están lejos de formar parte de una estrategia nacional de acción. En lo que se refiere a artrópodos, se han llevado a cabo planes de erradicación para el Curculiónido ferruginoso de las palmeras Rhynchophorus ferrugineus y otros artrópodos invasores perjudiciales para la agricultura (por ejemplo el ácaro de los cítricos Panonychus citri , el trips del tomate Frankliniella occidentalis , la polilla oriental del melocotonero Grapholita molesta , etc.). Otras especies, como la hormiga argentina, que suponen amenazas para la diversidad de especies autóctonas pero no tienen interés económico, han sido prácticamente ignoradas por esos planes.
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